La ansiedad consiste en un estado en el que anticipamos, nos sentimos nerviosos y desasosegados. Nos produce tensión. Pero también es una respuesta normal que tiene nuestro organismo al interpretar que es necesario ponernos en alerta ante algo que ocurrirá en un corto espacio de tiempo. Sin embargo, algunas personas se ven muy coartadas por la ansiedad, sufriendo síntomas (psicológicos) y signos (somáticos) desagradables. Es complicado describir la ansiedad porque a menudo no puede relacionarse con un origen o situación concretos y normalmente se mantiene por las consecuencias que genera (evitar situaciones, postergar tareas…).
Causas de la ansiedad y estrategias para combatirla
1. Sé consciente de ti mismo/a
La ansiedad es una sensación desagradable que tendemos a querer evitar y para ello, a menudo recurrimos a comportamientos automáticos, repetitivos y estereotipados. Pueden comenzar de forma inconsciente y ser movimientos simples como morderse las uñas o tirarse del pelo, o ser conductas más complejas como desplazarse hasta la cocina, abrir la nevera y comer alguna cosa. Estas conductas pueden surgir como compensación ante el estado de ansiedad. Aparte del efecto adverso que las propias conductas pueden provocarnos, como hacernos heridas en los dedos o comer de más y ganar peso sin necesidad, pueden provocar que entremos en un en un círculo vicioso: al estar tan asociadas a épocas de estrés, actúan como una señal que nos recuerda que esa sensación que se quiere evitar sigue ahí. Por lo tanto, para combatir la ansiedad es conveniente ser conscientes de estos patrones y frenarlos.
2. Combatir la procrastinación (“ya lo haré mañana").
Las etapas de ansiedad pueden venir desencadenadas por temas de la vida cotidiana relacionados con el trabajo, obligaciones diarias y decisiones que tenemos que tomar. Combatir la ansiedad implica reconocer esas situaciones que pueden provocar finalmente una profecía autocumplida en la que el propio estado de ánimo negativo nos empuje a rendirnos antes de tiempo.
El miedo a empezar a hacer algo que pueda salir mal o en lo que podamos fallar, puede tomar varias formas, una de ellas es la ansiedad y, como consecuencia, aprendemos a postergar y aplazar una y otra vez, entrando en un bucle que llamamos procrastinación. De forma paradójica, los aplazamientos mantienen la ansiedad, ya que debido a ellos, la tarea pendiente que nos provoca estrés sigue estando donde estaba…
3. Divide tu día en tareas más pequeñas
Seguramente te hayas percatado de que, en el momento en el que inicias una tarea que te daba pereza realizar, se va volviendo cada vez más asumible y te da menos pereza. El típico ejemplo del Gimnasio: “Me da mucha pereza arrancar, pero una vez que voy, me gusta lo que hago allí”. Pasa algo similar con la ansiedad: Empezar una actividad es mucho más útil que dar vueltas a cuándo o cómo iniciarla. De esta forma, conseguimos que la atención se mantenga lejos de aquello que nos produce tensión.
Y es que la ansiedad actúa como un lastre o un freno para hacer cosas que queremos hacer, y eso mismo, a su vez, genera ansiedad: Tengo que hacer esto, pero como me tensa lo postergo, pero eso a la vez hace que siga pendiente y me tensa seguir sin resolverlo. Para asegurarte de hacer lo que tienes que hacer sin que la ansiedad te ponga zancadillas, divide por partes las tareas más complejas. Volviendo al ejemplo del gimnasio: La primera tarea puede ser coger la mochila, la toalla y la ropa de deporte. La siguiente, desplazarte hasta allí. Una vez allí, subir a la sala y entrar en el gimnasio y así sucesivamente.
4. Tómate el tiempo que necesites
La otra cara de combatir la procrastinación es asegurarnos que aprovechamos bien el tiempo que le dedicamos al descanso, ya que estar todo el día haciendo cosas para intentar distraer nuestra atención puede ser agotador. Si no conocemos la fuente de la ansiedad, este ir y venir de actividades distractoras puede actuar como recordatorio de que estamos ansiosos, y si el origen de la ansiedad está en las obligaciones pendientes, se puede generar un sentimiento de culpa. Por eso merece la pena ser metódicos con los ratos de descanso y hacer que estos permitan una mejor orientación hacia los objetivos.
Además, los ejercicios de control de la respiración que se incluyen en actividades como la meditación, el Mindfulness o el tai chi resultan de gran utilidad para reducir los niveles de estrés que ponen en marcha toda la maquinaria ansiógena. Tomarse un rato para relajarse aunque el cuerpo pida lo contrario y hacer que estos ratos no se prolonguen más de lo que sea necesario para ajustar bien los niveles hormonales son dos pautas básicas para combatir la ansiedad.
5. No te empeñes en hacer que la ansiedad desaparezca
Desde un punto de vista biológico, la ansiedad es el fruto de dinámicas neuroendocrinas complejas con las que nadie querría tener que lidiar sin la ayuda de los procesos subconscientes que las regulan. Por eso, conviene tener claro de que sólo se puede combatir la ansiedad de manera indirecta. Por mucho que se pretenda ignorar las sensaciones de tensión y miedo, estas no se van a ir sólo porque nuestra mente consciente se lo pida con amabilidad.
De hecho, intentar suprimir mentalmente estos procesos biológicos no es más que una forma de reconocer que ese problema está ahí. Para que la ansiedad deje de ser un problema, hay que luchar contra sus síntomas creando nuevas pautas de comportamiento. La solución no está en la privacidad de la propia mente, sino en las relaciones entre el cuerpo y el entorno.
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