El ser humano cuenta con el lenguaje como el mejor medio para resolver conflictos y gracias a él también podemos obtener gratificaciones. No debemos olvidar que también puede ser un arma de doble filo, ya que muchas veces lo utilizamos para atacar a nuestro interlocutor y puede tanto generar como mantener problemas. Lo que se dice y lo que no se dice también tiene importancia, y pueden suponer tanto la causa como el mantenimiento del conflicto.
Algunas investigaciones han señalado que hay diferencias significativas entre la comunicación de parejas “problemáticas” y “parejas no problemáticas”.
En el caso de las primeras, las “parejas problemáticas”, algunos ejemplos de errores en su comunicación son:
1.- Prestan más atención a lo que ellos dicen, en detrimento de lo que dice su pareja, es decir, no escuchan. Invierten sus recursos en preparar su respuesta unilateral en vez de intentar comprender lo que dice su interlocutor. Es uno de los errores más importantes y el que hay que corregir con más urgencia.
2.- Tienen una percepción más negativa de los mensajes que su pareja emite. Es común que los mensajes que se transmiten los miembros de la pareja se valoren de forma más negativa de lo que lo haría un observador externo o “neutral”.
3.- Presentan una tasa más alta de conductas no verbales negativas (por ejemplo postura corporal tensa, muecas, brazos cruzados, gesticulación poco adecuada, etc.).
4.- Emiten un mayor número de conductas verbales negativas, como quejas, alzan la voz, utilizan constantemente el sarcasmo, tienden a hacer burlas y lanzar críticas o reproches constantes.
5.- No saben expresar sus sentimientos negativos o lo hacen de forma inadecuada, a menudo en forma de ataque.
6.- Tienden a reinterpretar los mensajes de su pareja de forma no objetiva, sin ponerse en el lugar del otro. Sólo tienen en cuentasu propia perspectiva.
¿Qué podemos hacer para comunicar correctamente un mensaje a nuestra pareja?
1.- Hablar desde el “yo”, es decir, utilizando la primera persona en las afirmaciones u opiniones que emitamos. De esta forma, lo que hacemos es transmitir que es una afirmación o sentimiento personal y subjetivo, no una sentencia universal. Por ejemplo, en vez de decir: “Es una falta de respeto interrumpir a las personas cuando hablan” podemos decir: “Me sienta mal que me interrumpas cuando hablo. Me gustaría que me escucharas antes de hablar tú”.
2.- Evitar el “nunca” y el “siempre”, ya que con mucha probabilidad alguna vez habrá una excepción que refute esas afirmaciones. La realidad no es de todo o nada. Y por otro lado, aunque normalmente usamos dichos adverbios para enfatizar, seguramente lo que consigamos con ellos es que nuestro interlocutor se ponga a la defensiva (probablemente buscando ejemplos que refuten nuestras afirmaciones).
Ejemplo: “Nunca me llamas cuando vas a llegar tarde”. En vez de ello podríamos decir: “Te agradecería que me llamaras por teléfono si te vas a retrasar, ya que así evito preocuparme sin necesidad”.
3.- Hablar desde el presente, el aquí y el ahora, evitando señalar conflictos pasados, ya que eso no nos va a ayudar a resolver lo que pasó; lo único que conseguiremos será generar más frustración entre los dos y causarnos aún más daño, a cambio de no resolver ni el conflicto pasado ni el de ahora.
Un ejemplo sería: “No me acompañaste al médico el año pasado cuando me operaron”; que podríamos cambiar por: “Me gustaría que me acompañaras al médico a revisión, ya que me hace sentirme más seguro”.
4.- Evita las generalizaciones vagas: Es una buena idea hacer las peticiones de forma directa y abierta. Así combatimos esa idea irracional de que nuestra pareja “debería adivinar” lo que queremos o necesitamos.
Por ejemplo, podríamos cambiar el decir: “Sólo hacemos los planes que tú quieres” por: “¿Te gustaría ir al cine esta tarde? Tengo muchas ganas de ver esta película”.
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