Ni la timidez, ni el retraimiento o el aislamiento social se contemplan actualmente como entidades diagnósticas por ninguno de los dos sistemas clínicos de clasificación de los trastornos de la conducta y de la personalidad más ampliamente aceptados por la comunidad científica (así CIE 10; OMS, 1992; DSM IV-TR, APA, 2000), a diferencia de lo que ocurre con la fobia social.
En cambio, sí hallamos que el exceso o el defecto de las respuestas implicadas en la relación/actuación social constituyen elementos (criterios) integrantes de los constructos diagnósticos de varios trastornos de la conducta y la personalidad contemplados por estos sistemas, como es el caso de la fobia social, el trastorno de personalidad por evitación o el trastorno reactivo de vinculación en la infancia o la niñez. Por ello entendemos que es sensato aceptar la propuesta de un continuo, en relación con la ansiedad social, en cuyos extremos se hallarían la timidez (incluyendo aquellas respuestas a las que por sí mismas no se les concede actualmente significación clínica, como las implicadas en el aislamiento, el retraimiento o la aversión social, las cuales bien pudieran hipotetizarse como factores de vulnerabilidad) y la fobia social (expresión clínica de la ansiedad social).
De hecho, es muy común la constatación de antecedentes de timidez o inhibición social en sujetos que cumplen los criterios para el diagnóstico de fobia social. En este sentido, algunos autores consideran que las diferencias entre la fobia social y la timidez se hallan en la severidad de la evitación y en el nivel de deterioro en el funcionamiento social y laboral del sujeto.
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