La mayoría de las hembras de los mamíferos presentan ciclos de estro, que son ciclos periódicos en los que previamente a la ovulación la hembra cambia su conducta y su secreción de feromonas para atraer al macho con vistas a una fecundación. Los machos responden a estos cambios sintiéndose atraídos por las hembras presentando conductas de cortejo.
Los ciclos de estro varían dependiendo de la especie, así hablamos de especies monoestrales que sólo se reproducen una vez al año y de especies poliestrales que tienen estros sucesivos.
En condiciones favorables para la supervivencia, las hembras poliestrales pueden hacer más frecuentes sus ciclos de estro si no ha habido una fecundación, hasta lograr una. Sin embargo, si las condiciones son desfavorables, interrumpen sus ciclos de estro, como les sucede a muchos animales silvestres durante el invierno.
Las hembras de los primates, incluidas las humanas, en lugar de ciclos de estro presentan ciclo menstrual. La diferencia principal entre ambos procesos es que en la menstruación las hembras renuevan la mucosa uterina de forma periódica y además pueden presentar conducta sexual en cualquier momento del ciclo menstrual, lo cual supone una ventaja evolutiva importante.
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