Supuestos básicos del Modelo de la Autocomplejidad (Linville, 1985, 1987):
1. El yo representado cognitivamente en términos de múltiples aspectos, que dependen del número de roles sociales (esposa, abogada), tipo de relaciones interpersonales (de colegas, de apoyo maternal), actividades realizadas (trabajar, nadar) y rasgos de personalidad (ambiciosa, creadora). Cada uno de estos aspectos del yo organiza un conjunto de proposiciones y características sobre uno mismo. La autocomplejidad se define en función del número de aspectos del yo y el grado de diferenciación entre dichos aspectos.
2. Existen diferencias individuales en el grado de autocomplejidad.
3. Los aspectos del yo varían en el afecto asociado a ellos (las personas nos sentimos bien sobre algunos aspectos de nosotros mismos pero no sobre otros): emociones positivas, negativas o, en su mayoría, una mezcla de ambas.
4. El estado afectivo de una persona en un momento dado estará en función del afecto asociado con los diferentes aspectos del yo, teniendo más peso el afecto asociado con los aspectos del yo más importantes.
La autocomplejidad modera el impacto de los acontecimientos positivos y negativos sobre el afecto, de modo que las personas bajas en autocomplejidad experimentarán mayores fluctuaciones en su estado afectivo en respuesta a los acontecimientos vitales. Las personas altas en autocomplejidad se verán menos afectadas ante cualquier suceso vital, positivo o negativo, ya que siempre habrá otros aspectos del yo que queden intactos y que atenúen sus consecuencias.
Por ejemplo, una persona que organiza la información sobre sí mismo en sólo tres aspectos (estudiante, deportista y relaciones con mujeres) que además guardan entre sí una gran interdependencia ya que comparten gran cantidad de características (en los tres aspectos el sujeto se ve como inteligente, astuto y valiente). Según la definición de Linville, esta persona sería un ejemplo de baja autocomplejidad. Cuando esta persona experimentara un acontecimiento negativo, como un suspenso, relevante para alguno de los tres aspectos de sí mismo (su Yo como estudiante), la emoción resultante de ese acontecimiento (decepción, tristeza) no solo afectaría a su Yo como estudiante sino que se propagaría a otros aspectos de su Yo. Si el suspenso pusiera en entredicho la visión que el sujeto tiene de sí mismo como estudiante, pondría en entredicho su visión como persona inteligente, astuta y valiente, características que también forman parte de sus otros aspectos y que por lo tanto también quedarían cuestionados.
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