Dentro de las habilidades sociales, se diferencian tres estilos distintos de reaccionar ante distintas situaciones : El estilo pasivo, el agresivo y el asertivo.
El estilo pasivo supone no expresar las propias opiniones o necesidades, con lo cual éstas y los propios sentimientos son ignorados; dejarse mandar o avasallar también forma parte de este estilo y puede suponer incluso que dejemos que se aprovechen de nosotros.
El estilo agresivo se sitúa en el otro extremo. Reaccionan con este estilo personas que tienden a ser “mandonas” o intimidan a los demás, los critican y humillan. Sólo se preocupan por sus propios intereses y no tienen en cuenta los sentimientos de los demás, tendiendo a aprovecharse de ellos injustamente.
Ninguno de estos dos comportamientos es la mejor forma de relacionarnos con los demás.
La asertividad, definida por Lazarus y Wolpe como “la expresión de sentimientos y opiniones personales” se pone de manifiesto cuando se expresan los derechos y opiniones propios sin violar los de los demás. Implica, entre otras cosas, saber dar y recibir halagos, saber decir “no” y discrepar abiertamente de la opinión de otras personas.
El estilo asertivo es una forma de comportarse ante los demás de forma que nos permite dar a conocer nuestras ideas y sentimientos sin avasallar o ignorar los de los demás y lo ideal sería que todos supiéramos actuar de forma asertiva, así evitaríamos los extremos anteriores, que son los que provocan conflictos en las relaciones interpersonales.
La asertividad es una habilidad social que puede ser entrenada y resulta sumamente útil en la mayoría de contextos sociales, pone en evidencia una autoestima sana y es una herramienta con la que todos deberíamos contar para sentirnos cómodos y libres en las relaciones con los demás.
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