La angustia consiste en un estado afectivo que nos causa malestar, sensación de sofoco, sufrimiento mental e incluso tristeza. Se relaciona con el miedo irracional, la desesperación e incluso la incertidumbre. La angustia puede producirse por el miedo a la separación, el acoso escolar o laboral, los pensamientos intrusivos e irracionales, entre otros.
Es común que el término “angustia” se confunda con la ansiedad, pero en breve hablaremos de sus diferencias, así como de sus posibles causas y tratamientos.
Diferencias entre angustia y ansiedad.
Ver la diferencia entre angustia y ansiedad no siempre es sencillo, pues son términos que suelen usarse como sinónimos con frecuencia. Algunos autores consideran que la diferencia radica en que mientras la ansiedad se emplea fundamentalmente en el ámbito clínico, la angustia tiene un origen más bien asentado en la filosofía, siendo especialmente importante en el existencialismo. Ahora bien, en psicología (o psiquiatría) Sigmund Freud hablaba de “angustia realista” y “angustia neurótica” refiriéndose a esta última como un estado patológico. Actualmente, para muchos, la línea que diferencia entre ansiedad y angustia no acaba de estar del todo clara.
No hay un consenso firme en cuanto a la diferencia
Hay autores que han considerado que en la angustia imperan los síntomas físicos, mientras que en la ansiedad los psicológicos son los síntomas protagonistas (si bien esta distinción entre síntomas es aún más confusa).
También se ha señalado que la angustia tiene un efecto más bien paralizante sobre el individuo, mientras que la ansiedad activa una reacción motora de sobresalto. Sin embargo, hoy en día, cuando se habla de ansiedad también se tienen en cuenta tanto los síntomas físicos como psicológicos.
Cuando se habla del trastorno de pánico vemos un ejemplo claro de cómo se emplean estos conceptos indistintamente, ya que también recibe el nombre de crisis de ansiedad o trastorno de angustia. Como afirma Manuel Suárez Richards en su libro Introducción a la Psiquiatría (1995): “Ambos términos se utilizan como sinónimos en la actualidad, puesto que se tiene en cuenta que son estados psicológicos displacenteros que presentan síntomas fisiológicos de manera habitual, y se caracterizan por la expectación dolorosa ante un peligro poco preciso”.
Concretamente en este artículo nos referiremos a la angustia como sinónimo de la ansiedad, para simplifica, ya que realmente provoca un gran malestar en la persona que lo experimenta y en el que no solamente existe una reacción fisiológica y física, sino también psicológica.
¿Qué es la angustia?
Si bien tanto la ansiedad como la angustia destacan por ser parecidas al miedo, se diferencian del miedo en que éste se manifiesta ante estímulos que están presentes, y la ansiedad o la angustia se dan ante la anticipación de peligros futuros, indefinibles, imprevisibles e incluso irracionales.
La angustia puede tener una función, es decir, puede ser adaptativa y útil, ya que se trata de una reacción normal en nuestro día a día, e incluso llega a ser funcional en ciertos contextos o circunstancias. Por ejemplo, al cruzar una calle con el semáforo en rojo, nos permite mantenernos alerta para que no nos atropellen.
Pero si hablamos de una crisis de ansiedad o un trastorno de angustia, la persona tiene una reacción de angustia tan desproporcionada, que llega a paralizar al individuo y aparece la sintomatología psíquica como la sensación de ahogo y el peligro inminente, que no se ajustan la realidad. Por esta razón es por lo que puede llegar a considerarse como una psicopatología.
Causas de la angustia
La angustia no solo aparece de manera aguda como en el caso del trastorno de pánico, sino que hay otros factores que pueden provocarla. Por ejemplo, cuando no tenemos clara una relación y entramos en una crisis existencial que nos deja dormir pensando en cómo solucionaremos el problema con esa persona. Para que la angustia se dé, entran en juego factores tanto biológicos, como psicológicos (y existenciales) y también ambientales. Por eso los filósofos, poetas, psicólogos y psiquiatras se han interesado tanto por este fenómeno a lo largo de la historia. Es una de las pasiones humanas que más curiosidad ha suscitado a lo largo de nuestra evolución como especie.
Generalmente la angustia acontece en situaciones en las que la persona se enfrenta a situaciones difíciles o complicadas, donde hay un elemento amenazador (ya sea físico o psicológico), pero también en situaciones en las que la persona no ve claro qué camino tomar y, por ende, vive una situación de incertidumbre sostenida.
En cuanto al nivel biológico, también existen estudios que afirman que hay una predisposición genética en la angustia, y que algunos neuroquímicos juegan un papel importante cuando se presenta.
Por ejemplo, un aumento de adrenalina o una reducción del ácido gamma-aminobutírico (GABA). Por último, algunas causas ambientales como las dificultades a la hora de relacionarse socialmente o los malos hábitos diarios, entre otras, pueden ser factores que precipiten la aparición de la angustia.
Síntomas de la angustia
La angustia presenta síntomas característicos como:
· Preocupaciones y temores excesivos.
· Imaginación de escenarios catastróficos.
· Desesperación.
· Sensación de falta de aire, mareos, sudoración tensión muscular, sequedad de boca o fatiga.
· Opresión en el pecho.
· Sofoco.
· Evitación de situaciones temidas.
· Dificultades para dormir.
Tratamientos para la angustia
Los problemas relacionados con la angustia son muy frecuentes en nuestros días y el tratamiento más efectivo para solucionarlo es acudir a terapia psicológica, sin duda.
Los psicólogos son profesionales formados y entrenados para tratar este tipo de problemas y pueden ayudar a los pacientes a descubrir las causas que subyacen a sus preocupaciones y temores, así como pueden facilitarles ciertas herramientas que les ayuden a relajarse y a mirar las situaciones desde una nueva óptica. También pueden ayudarles a desarrollar unas mejores habilidades de afrontamiento y resolución de problemas.
La terapia psicológica para los problemas de angustia suele ser breve, pues los pacientes mejoran en 8 o 10 sesiones terapéuticas. La terapia cognitivo conductual ha mostrado una alta efectividad como modelo terapéutico en el tratamiento de los trastornos de ansiedad, pero también se consideran efectivas otros tipos de psicoterapia como la terapia de aceptación y compromiso o la terapia cognitiva basada en mindfulness (MBCT).
En casos extremos, el uso de fármacos puede ser una buena ayuda complementaria al tratamiento psicoterapéutico, especialmente en las situaciones en las que es necesario reducir los síntomas rápidamente, como por ejemplo, para tratar un trastorno de angustia. Sin embargo, la toma de fármacos no debe ser nunca la única opción terapéutica elegida, y siempre se debe iniciar por indicación médica y supervisión facultativa.
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