Los seres humanos necesitamos que haya una gran coherencia entre lo que lo que creemos, nuestras actitudes y como actuamos. Cuando se da una falta de armonía entre alguno de ellos, en psicología lo llamamos disonancia cognitiva. Este concepto hace referencia a una respuesta psicológica que nos causa malestar y que es muy común.
El concepto en cuestión fue desarrollado por el psicólogo estadounidense Leon Festinger en A Theory of Cognitive Dissonnace. Según él, la disonancia cognitiva ocurre cuando tenemos dos pensamientos o sentimientos que se contradicen entre sí o cuando actuamos de una forma diferente a aquella con la que racionalmente estaríamos conformes. Esto puede resultar en malestar o en un estado de ansiedad, inquietud, nerviosismo...
La Reducción
La respuesta usual ante una disonancia cognitiva es la reducción. Es decir, tenderemos a acabar, o al menos disminuir la contradicción mental que nos lleva a la disonancia. Implica generar o tener en cuenta nuevas ideas que nos permitan tener algo de coherencia entre nuestros actos o nuestro sistema de valores y creencias. Por ejemplo, tendemos a buscar excusas o justificaciones para la situación que nos genera la disonancia: Imaginemos que queremos comprar un coche con unas características pero acabamos comprando otro por impulso, que no es lo que queríamos en un principio. Pues para reducir esa incoherencia, nos fijaremos en todas las ventajas o formas de justificar la compra impulsiva que hemos hecho (versus la que llevábamos planificada).
Las estrategias psicológicas que solemos usar para minimizar la disonancia son:
Ignorar o negar la contradicción: “Quizás este coche es algo más caro que el que planeaba comprar pero es también más seguro”.
Cambiar el comportamiento o creencia que causa la disonancia: “No, me ajustaré a lo que vine a comprar”.
Justificar el comportamiento aportando condiciones o alternativas: “En verdad, no es mucho más caro…”
Justificar el comportamiento añadiendo nuevos comportamientos o creencias: “El coche más caro es más espacioso y puede servirme mejor para ir de viaje con todo el equipaje, así que viajaré más”.
Autoengañarnos
La disonancia cognitiva es una respuesta psicológica natural, que Leon Festinger considera hasta innata, pero el problema viene cuando aparece el autoengaño.
· Autoengaño funcional, como una forma adaptativa que nos facilita auto-convencernos para así evitar el malestar que nos causa el fracaso ante una situación. Un ejemplo de autoengaño, sería pensar ante un suspenso del carnet de conducir algo así como:”En realidad, me gusta más moverme en transporte público”. A largo plazo no resulta beneficioso, ya que genera precisamente el efecto contrario y, además, estamos evitando, por lo que no nos permite exponernos y enfrentarnos a situaciones desafiantes que nos permitan crecer a nosotros mismos.
· El autoengaño consolatorio consiste en culpar a un agente o circunstancia externos. Un ejemplo sería: “no apruebo los exámenes porque el profesor me tiene manía”. Así protegemos nuestro ego y nuestra autoestima ante situaciones adversas para nosotros, pero tenemos que aprender a asumir nuestras responsabilidades.
Otra forma de autoengaño es la mentira se suele ser consciente al principio, podemos acabar creyendo nuestras propias mentiras.
Lo más recomendable ante una situación en la que no nos sentimos cómodos con nuestros pensamientos o conductas, es afrontarlo y tomar medidas ante la situación. Es decir, es mejor adoptar la segunda estrategia de reducción: cambiar el comportamiento o creencia que causa la disonancia, ajustándonos a nuestro objetivo y siguiendo el camino que nos hemos propuesto.
Ejemplos para comprender la disonancia cognitiva
Existe acuerdo general en que el tabaco es perjudicial para la salud. A este pensamiento que nos llevaría a no fumar, le contradice una adicción (en este caso, un comportamiento) que nos incita a hacerlo y sentir que no podemos evitarlo.
¿Cómo respondemos hacia esta disonancia para reducir el malestar? Con excusas que “compensen” nuestro pensamiento, imaginando situaciones en las que fumar resulte más beneficioso que no hacerlo o negando sus desventajas. Por ejemplo: “fumaré pero solo en época de picos de trabajo para aliviar mi ansiedad”; “total, me voy a morir igual, así que que me quiten lo bailao” y “hay muchas otras cosas que causan cáncer”; etc.
Otro clarísimo ejemplo de disonancia cognitiva es el de la infidelidad. Una persona que ha sido infiel se suele justificar culpando a su pareja con excusas como “ya no me tratas como antes” o “ahora trabaja demasiado y no está apenas en casa”. Ante la ansiedad y malestar que genera la disonancia, esta persona puede intentar compensar su comportamiento con acciones positivas o de acercamiento hacia su pareja, de modo que acaba justificando su acción (“la infidelidad me ha ayudado a darme cuenta de lo que quiero a mi pareja”) o reduce sus efectos (“aunque le haya sido infiel, trato muy bien a mi pareja, así que no soy una mala persona”). Pero realmente en muchas ocasiones la confesión es la única forma de soltar el sufrimiento que provoca ser infiel.
Y tú, ¿podrías poner algún ejemplo de disonancia cognitiva? ¿Has detectado alguna en ti?
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