El término autoestima hace referencia a un sentimiento de amor propio positivo. En ocasiones se confunde la autoestima con el autoconcepto. Realmente, el autoconcepto es un término más amplio que incluye todas las formas en las que las personas se comparan y evalúan a sí mismas (física, mental y socialmente) en relación con los otros.
La investigación reciente sugiere que la autoestima está constituída por tres factores psicosociales (amor propio, confianza social y habilidad escolar) y dos físicos (apariencia y capacidad).
Generalmente se asume que mantener una percepción positiva de uno mismo constituye un importante aspecto del ajuste emocional y de la salud mental.
En el modelo sobre emoción, estilos de afrontamiento y salud propuesto por Lazarus, la autoestima desempeña un papel importante en la evaluación cognitiva primaria. Esto es, cuando una persona percibe que una situación concreta amenaza su autoestima aumenta el estrés y las estrategias de afrontamiento pueden ser distintas a cuando son otros los aspectos que se ponen en juego. Los acontecimientos menores de la vida cotidiana son los que parecen afectar más a la propia estima. No obstante, cuando las personas se sienten bien consigo mismas, es decir, cuando han desarrollado adecuadamente su autoestima, los acontecimientos tenderán a percibirse como menos estresantes. Esto se debe a que la autoestima es un factor salutogénico que hace a las personas menos vulnerables a las tensiones de la vida cotidiana. Las personas con baja autoestima, es decir, más vulnerables, tienden a desarrollar estrategias de afrontamiento más pobres y una competencia personal menor en situaciones amenazantes.
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