El llanto es un fenómeno universal y es también una capacidad que tenemos los humanos desde que nacemos hasta que morimos pero tiene un distinto uso a lo largo del desarrollo socioemocional del individuo, modulada por la autonomía que vamos ganando a lo largo de nuestra vida.
Los bebés y niños pequeños utilizan el llanto como un mecanismo para llamar la atención que necesitan para recibir cuidados o para expresar su malestar y frustración. El llanto ha resultado adaptativo a lo largo de nuestra evolución como especie porque nos ha permitido obtener los cuidados necesarios para satisfacer nuestras necesidades básicas, garantizando de esta forma la supervivencia de la especie.
Los adultos también lloran:
Como decíamos más arriba, los bebés lloran porque tienen hambre o frío, lloran para llamar nuestra atención y que podamos satisfacer sus necesidades y cuidarlos. Sin embargo, los adultos rara vez llorarán por frío o hambre, ya que a lo largo de su desarrollo han conseguido ser más autónomos y generar funciones más complejas para resolver problemas y, por tanto, ser capaces de buscar de forma autónoma comida y abrigo.
¿Por qué lloramos entonces los adultos? La respuesta nos lleva a un mecanismo de relativa complejidad en el que intervienen funciones tanto fisiológicas, como psicológicas y sociales.
Las lágrimas tienen una función biológica
A nivel biológico, las lágrimas tienen la función de mantener una adecuada salud ocular mediante la lubricación y limpieza del ojo, así como defensa ante agentes externos. No obstante, también se asocian a potentes estímulos emocionales que no son únicamente negativos, como la tristeza, la angustia, la frustración o el dolor: También podemos llorar porque sentimos sorpresa o alegría.
Salud emocional y llanto
Diversos investigadores han puesto su atención en la relación que existe entre el llanto en el ser humano adulto y la salud emocional.
Algunas hipótesis son:
- Liberación de hiperactivación o hiperactividad, consiguiendo restablecer cierto equilibrio en nuestro organismo o reducir un estado de estrés puntual. Muchas personas manifiestan sentirse más relajadas tras llorar, pero no es algo generalizable.
- Las lágrimas tienen una composición diferente en función de aquello que las produce: Por ejemplo, los componentes de las lágrimas que producimos cuando pelamos cebollas es distinta de aquellas que generamos cuando lloramos por tensión emocional: Contienen una mayor cantidad de hormonas asociadas al estrés. Por otro lado, existen también otros signos físicos que se asocian al llanto emocional: Nos ponemos rojos, sollozamos, hiperventilamos…
Llorar puede facilitar que nos relajemos
Para mucha gente es una vía de descarga emocional que se hace necesaria en algunas ocasiones, es saludable y en absoluto dañina y que muchas prefieren poner en práctica en soledad, pero hay quien prefiere llorar en compañía de alguien: En este caso, nos permite expresarnos y pedir ayuda, obteniendo apoyo del entorno más inmediato en la mayoría de los casos. El llanto activa en los demás la capacidad de empatizary proteger emocionalmente, lo que refuerza algunos vínculos y apegos.
Sin embargo, a nivel social aún hay algunos tabúes o límites que ponemos al llanto, protegiéndonos de él como si fuera algo negativo y que habría que eliminar o prohibir. En una sociedad que persigue la felicidad constantemente, parece que no hay cabida para llorar. Muchos se perciben, cuando lloran, como débiles, vulnerables, indefensos o necesitados de afecto, lo cual afecta negativamente a la imagen que tienen de ellos mismos, lo que puede empeorar si además no obtienen apoyo de sus allegados.
Toleramos mal el llanto socialmente
Sabemos que quien llora lo pasa mal y nos duele. La reacción más común de consuelo es impedir que el otro llore, porque nos incomoda y en ocasiones no nos vemos preparados para afrontar tal intensidad o petición de ayuda y de apoyo emocional que necesita ese adulto. Y tendemos a “parar” dicha expresión porque nos resulta incómodo ver a alguien llorar: “Los hombres no lloran, eso es de nenas” (por género); “no te pongas así” (por derecho).
Estas expresiones tan habituales, no hacen sino reflejar la incomodidad que supone para uno, la expresión emocional del otro y la incapacidad para sostener afrontar tal intensidad, tal petición de ayuda y apoyo emocional que necesita un adulto.
Tenemos que aprender a dar (y darnos) un espacio y un tiempo para llorar. Entendamos que el llanto es necesario para nosotros, ¡normalicémoslo! Que no nos incomode su presencia y nos sintamos obligados a hacerlo desaparecer: No invalidemos las emociones y las necesidades de quien llore, al revés, apoyémosle y démosle la compañía necesaria ante esta reacción natural que nos hace simplemente humanos.
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