En los años 70 comenzaron a aparecer estudios que descubrieron que la gente no siempre utiliza mecanismos adecuados de análisis ni que el resultado de estas operaciones se ajusta a un funcionamiento lógico óptimo, lo que condujo al estudio de la "irracionalidad" de los seres humanos, de las deficiencias en los mecanismos lógicos que teóricamente debían funcionar en el sistema cognitivo humano.
Hablar de distorsión cognitiva implica por un lado, la existencia de un punto de referencia objetivo con el que se contrasta el rendimiento; y por otro, la existencia de una desviación objetiva respecto a esa norma aceptada de "realidad objetiva". El sesgo cognitivo es menos restrictivo que la distorsión, refiriéndose a la tendencia de respuesta mantenida sistemáticamente en prácticamente cualquier situación.
Ni el sesgo ni la distorsión implican necesariamente problemas de ajuste. De hecho, muchos sesgos, a pesar de alejarse de una normativa logico-matemática de razonamiento, o quizás precisamente gracias a ese alejamiento, tienen un importante valor para el bienestar psicológico y la adaptación de los individuos.
Uno de los sesgos que más cometemos a nivel social es el llamado sesgo de positividad: las personas normalmente suelen evaluar de modo positivo a los otros, esto es, las evaluaciones positivas son mucho más comunes que las negativas.
Sin embargo, las son muy importantes y son cualitativamente diferentes a las positivas en muchos aspectos: la información negativa tiene mucho más peso que la positiva en la formación de impresiones y las impresiones positivas que nos hemos formado de alguien son más fáciles de cambiar que las negativas.
Comentarios